mayo 21, 2009

80 / Nueva lectura: El arte del tiro con arco

Altamente recomendable para espíritus inquietos: presentamos otro texto en la colección Lecturas nueva serie.
Se trata de El Zen y el Arte del tiro con arco, de Eugen Herrigel. En
las dos últimas clases teóricas se ha hecho referencia al trabajo de Herrigel. Relato de la experiencia del autor como discípulo de un gran Maestro de la Arquería, El Zen y el Arte... constituyó uno de los libros de cabecera de Henri Cartier-Bresson.
Se puede bajar de la sección Lecturas, en la página principal de la Cátedra). Además, los últimos textos incorporados a la sección —Cheng + Barthes y Berger— están relacionados conceptualmente con el libro de Herrigel.

Una de las características determinantes de la práctica de la arquería —y en realidad de todas las artes tal como son encaradas en el Japón, y probablemente también en otros países del Lejano Oriente— es que no tiene un fin meramente utilitario ni se limita al puro goce estético, sino que está destinada a adiestrar la inteligencia y a ponerla en contacto con la realidad esencial. De ahí que el objeto de la práctica de la arquería no consista única y exclusivamente en “dar en el blanco”, que el esgrimista no esgrima la espada sólo para derrotar a su antagonista y que el bailarín no baile sólo para ejecutar ciertos movimientos rítmicos del cuerpo. Antes que nada, la mente debe ser armonizada con lo Inconsciente.
Si se quiere realmente ser Maestro en un arte, su conocimiento técnico no basta; es necesario trascender el aparato de la técnica, de manera que el arte se convierta en un “arte sin artificio”, surgido del Inconsciente.
En el caso particular de la arquería, quien acierta el blanco y el blanco mismo, dejan de ser dos objetos antagónicos para transformarse en una sola, única realidad. El arquero pierde conciencia de sí como persona empeñada en dar en el blanco que tiene ante su vista; y este estado de “inconsciencia” se cumple cuando, absolutamente vacío y libre de sí, se vuelve uno, indivisible, con el arte de su destreza técnica, aunque haya en él algo, de un orden totalmente diferente, que no puede ser aprehendido a través de ningún estudio progresivo del arte.

[Del prólogo de Daisetz T. Suzuki a El Zen y el Arte del tiro con arco, de Eugen Herrigel. Suzuki ha sido uno de los más importantes difusores del Zen en occidente.]

mayo 17, 2009

79 / Ver :: Michaux y Ferrari o Michari y Ferraux

Signos / signos, no de techo, de túnica o palacio / no de archivos ni enciclopedia del saber / sí de torsión, de violencia, brusquedad / de deseo cinético. Henri Michaux

Más de cien obras de Henri Michaux y León Ferrari se exponen en Buenos Aires. El encuentro ha sido felizmente denominado por Jorge Mara
su promotor— un diálogo de signos. El de Mara es, en el pacato y mediocre mundo de las galerías porteñas, el tercer signo, atrevido y necesario. La muestra es impecable. El catálogo, completísimo.

“La caligrafía, menuda en Ferrari, gestual en Michaux, entabla un diálogo inefable. Punto de encuentro de artistas que no se conocieron, pero que crearon un código secreto, de inviolable intimidad”, escribe Alberto Giúdice obre la muestra (ñ, 16/5/09). Es el signo, con su carga ancestral, el que une a Michaux y Ferrari.

Henri Michaux nació en Namur (Bélgica) en 1899. Murió en París en 1984. Abandonó la carrera de medicina en 1919 para viajar como marino mercante. Fue jefe de redacción de la revista Hermès. Extraordinario poeta, Michaux llegó al arte visual influido especialmente por el trabajo de Paul Klee. Su obra está marcada por la intención, de “dibujar la conciencia de existir y el transcurso del tiempo”. En ese proceso interior, Michaux no dudó en experimentar con diversas drogas —en particular la mescalina— y documentó rigurosamente su camino.

León Ferrari (Buenos Aires, 1920) es, como Michaux, poeta y artista de culto. Su Civilización occidental y cristiana (1965, Malba) y la serie de cuadros “escritos”constituyen sus trabajos más conocidos. Ferrari vivió en el exilio los años de la dictadura. En 2007, Ferrari recibió el León de Oro de la 53° Bienal de Venecia. Actualmente está exponienendo —con la brasilera Mira Schendel— en el MoMA de New York.

[León Ferrari-Henri Michaux: un diálogo de signos / Galería Jorge Mara-La Ruche (Paraná 1133). Hasta el 30 de junio.]

78 / Ver :: Museo del Objeto Contemporáneo

En las últimas décadas se han producido en el mundo más objetos que en toda la historia del hombre. Y sigue sin pausa la vorágine de producción: desde el momento en el que es diseñado el objeto tiene marcado su sino de consumo y deterioro: por eso escribe Italo Calvino que todo hombre es “hombre-más-cosas, es hombre en cuanto se reconoce en un número de cosas, en cuanto reconoce lo humano investido en cosas, él mismo que ha tomado forma de cosas”.

El proyecto del Museo del Objeto Contemporáneo (MOC) —en una operación que evoca el maravilloso trabajo del artista belga Marcel Broodthaers [foto: 3 strikes
, M.B.]— retoma el cuerpo central de esta idea, que consiste en el desarrollo de operaciones ideativas con el fin de recuperar la memoria de los objetos. Fruto de varias investigaciones que buscan en la vida de esos objetos no la tradicional procedencia que les dio origen, sino más bien la poética que se oculta detrás de su particular existencia “práctica”, cinco colecciones dan comienzo a la formación del patrimonio del MOC.

Laura Andreoni organiza cajas clasificatorias de objetos: establece su origen, las características de su procedencia y— en una operación casi entomológica—, marca en cada ejemplar su estado de conservación. De ese modo el desgaste y las roturas también forman parte de la historia de las piezas expuestas. Virginia Carda, en cambio, presenta una colección ya existente: la de Carlos Argentino Daneri, que encuentra “casi por casualidad en el sótano de un edificio en el barrio de Constitución de la ciudad de Buenos Aires”; trabajo importante, pues el mismo Daneri —según el testimonio de Jorge Luis Borges— la llamó “colección, principio y fin de todas las cosas”. María Paula Doberti presenta algunos objetos —fruto del desuso o abandonados— rescatados de diversas ciudades, que cuentan la historia de los que fueron sus dueños. Luis Espinosa agrupa un conjunto de piezas que pertenecieron a Pelmundo Carretti, hijo de inmigrantes italianos en viaje hacia la Argentina a fines del siglo XIX. Por último, Luján Funes propone organizar el universo de las revistas denominadas “femeninas”, pero dejando en manos de los visitantes de este museo la posibilidad de descubrir las tramposas operaciones mediáticas que proponen.
Es deseable —como bien escribe Alberto Bottino Otero, director del museo, en el estudio crítico que acompaña la muestra— que el MOC amplíe sus colecciones. Gran idea. Desde esta página, alentamos y apoyamos la propuesta.

[Las operaciones que propone el Museo del Objeto Contemporáneo están muy relacionadas con los trabajos “Biografía de un Objeto”, a desarrollarse en M2, y “Estructura-Lenguaje”, M1. MOC: Galería Federico Poncerini
/ Independencia 333, San Telmo / Hasta el sábado 23 de Mayo de 2009.]