abril 04, 2009

73 / Groucho Marx

Más cuestiones derivadas de la clase del martes 31 de marzo: Y, sin duda alguna, más divertidas. 1 :: Caballero, soy un hombre de principios. Pero si no son de su agrado, le ofrezco otros. / 2 :: Antes de criticar a alguien, debes caminar una milla en sus zapatos. Así, cuando lo critiques, estarás a una milla de él y tendrás sus zapatos. / 3 :: No sería socio de un club que me aceptara a mí como socio. / 4 :: Señorita, he pasado una noche maravillosa. No ha sido ésta. / 5 :: La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados. / 6 :: Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente.

72 / La belleza interior x Satre Stuelke

Satre Suelke (44) es un artista neoyorquino que elabora su obra a partir de tomografías computadas de pequeños objetos como juguetes o celulares. Según sus propias palabras el trabajo “permite a los espectadores diagnosticar objetos de uso cotidiano”. Entre los resultados es posible observar una Barbie con cabello naranja intenso y un iPhone esquelético con una vertiginosa variedad de conexiones que lo asemejan a una ciudad fantástica. Interesante.
+ INFO: http://www.radiologyart.com/

71 / Roland Barthes y la escritura japonesa

Derivaciones de la clase del martes 31 de marzo: encontramos un hermoso texto de Roland Barthes que —en El Imperio de los signosilumina un aspecto esencial de la escritura japonesa: “el placer del papel y de la mano, el peso del brazo apoyado sobre la mesa. La escritura, que parte del gesto que la crea”. En unos días estará subido el texto completo a la sección Lecturas de MW/web (junto a un trabajo de François Cheng sobre la caligrafía china).

“En la escritura japonesa, el trazo, al excluir la tachadura o la corrección (pues el carácter es trazado
alla prima) hace inútil la invención de la goma o de cualquiera de sus sustitutos. Todo el repertorio de instrumentos está gobernado por la paradoja de una escritura irreversible y frágil, que es contradictoria y simultáneamente, incisión y deslizamiento: mil tipos de papel, muchos de los cuales dejan adivinar, por su textura granular de paja clara, molida y salpicada de pequeñas briznas, su origen herbáceo. En cuanto al pincel (pasado sobre la barra de tinta ligeramente humedecida), tiene sus propios gestos, como si de un dedo se tratara; mientras que nuestras antiguas plumas no podían hacer otra cosa que aplastarse contra el papel o limitarse a rozarlo, arañándolo siempre en la misma dirección, el pincel se puede deslizar, torcerse, elevarse, desarrollando el trazo, por decir así, en el seno del aire, tiene la flexibilidad carnal, lúbrica, de la mano. El rotulador, de origen japonés, ha tomado el relevo del pincel: este útil no es un perfeccionamiento de la pluma (de acero o de cartílago), sino del pincel con el que se trazaban los ideogramas. Este pensamiento gráfico al que reenvía toda la papelería japonesa (en cada gran almacén hay un escribano público que traza, sobre largos sobres orlados de rojo, la dirección de los regalos en caracteres verticales) reaparece, paradójicamente (al menos para nosotros), hasta en la máquina de escribir; mientras que la nuestra se apresura a transformar la escritura en un producto mercantil, preeditando de este modo el texto en el momento mismo de escribir, la de ellos, por su gran número de caracteres no alineados en letras dispuestas sobre un único frente impresor, sino colocados a lo largo y ancho de un tambor, apela al dibujo, a la marquetería ideográfica dispersa por toda la página, en una palabra, al espacio; la máquina prolonga, así, al menos virtualmente, un arte gráfico verdadero que no sería el del simple trabajo estético sobre la letra aislada, sino abolición del signo, su vigorosa puesta en fuga en todas las direcciones de la página.”