La Taxonomía constituye una de las más importantes dimensiones de la Morfología y uno de sus vectores históricos de avance, particularmente a partir de los estudios sobre las especies animales y vegetales. Esta idea ha sido efectivamente corroborada en las últimas décadas, a través de estudios que demuestran que el hecho de clasificar y darle nombre al mundo natural es una actividad humana fundamental, muy arraigada y universal: una que no podemos darnos el lujo de perder porque es esencial para comprender el mundo viviente y nuestro lugar en él.
Los antropólogos fueron los primeros en reconocer que la taxonomía podría ser bastante más que la ciencia oficialmente fundada por Carl Linnaeus (Linneo), botánico sueco, en el siglo XVIII (su Systema Naturae es de 1735). Los antropólogos, al estudiar cómo los no científicos ordenan y dan nombre a los organismos vivos, creando lo que se conoce como Taxonomías populares, empezaron a darse cuenta de que cuando la gente de todo el mundo creaba grupos ordenados y daba nombre a lo que vivía a su alrededor, seguía patrones altamente estereotipados, que parecían seguir inconscientemente una serie de reglas no escritas.
Los Ilongot, por ejemplo, tribu de las Filipinas, bautizan a las espléndidas orquídeas silvestres con el nombre de las partes del cuerpo. Allí florecen los muslos, las uñas y por allá los codos y los pulgares. El pueblo Rofaifo de Nueva Guinea clasifica al casuario, un ave gigantesca, como un mamífero.
Cecil Brown, antropólogo de la Northern Illinois University, ha estudiado las taxonomías populares en 188 lenguas. Sostiene que la gente reconoce las mismas categorías básicas repetidamente, entre ellos peces, aves, serpientes, mamíferos, wugs (refiriéndose a gusanos e insectos), árboles, parras, hierbas y arbustos. Los wugs no son un grupo cohesionado hablando de manera evolutiva, ecológica ni de ninguna otra índole. Sin embargo, la gente reconoce y nombra repetidamente a estas peculiaridades. Asimismo, las personas utilizan sistemáticamente epítetos de dos palabras para designar organismos específicos dentro de un grupo más grande, pese a que hay una infinidad de métodos potencialmente más lógicos.
Cuando los mayas, familiarizados con las criaturas parecidas al cerdo salvaje conocidas como pecaríes, se toparon con los cerdos de los españoles, los llamaron “pecaríes de pueblo”. También nosotros usamos nombres dedos partes: Sally Smith o Li Wen.
Consideremos el caso del estudiante universitario a quien los investigadores británicos se refieren como JBR. Los médicos encontraron que al recuperarse de una inflamación del cerebro causado por el herpes, JBR no podría reconocer cosas vivientes. Aún podía reconocer objetos inanimados, como una linterna, una brújula, una tetera o una canoa. Sin embargo, el joven era incapaz de reconocer a un canguro, un champiñón o una flor. Médicos de todo el mundo han encontrado pacientes con la misma dificultad. Más recientemente, los científicos que estudian los cerebros de estos pacientes reportaron haber encontrado daño, en repetidas ocasiones, en una región del lóbulo temporal, lo que lleva a algunos investigadores ala hipótesis de que podría haber una parte específicadel cerebro que está dedicada a la creación de la taxonomía. Sin el poder para ordenar y ponerle nombre a las cosas vivas, una persona simplemente no sabe como vivir en el mundo ni cómo entenderlo. En la compleja época en la que vivimos, nos encontramos en proceso de abandonar la taxonomía: por tanto, abandonamos el ordenamiento y la denominación de la vida. Intencionalmente estamos convirtiéndonos en el pobre JBR, al perder la habilidad de ordenar y darle nombre a las cosas y, así, perdiendo un vínculo y un lugar en el mundo viviente.
Dice Carol Kaesuk Yoon, especialista en el tema: “Cambiar todo esto es fácil. Encuentre un organismo, cualquiera. Dése una idea de él: su forma, color, tamaño, sensación, olor y sonido. Luego encuéntrele un nombre. Apréndase el nombre científico, uno de incontables nombres populares, o invente el suyo”.
[Texto adaptado de Naming Nature: The Clash Between Instinct and Science de Carol Kaesuk Yoon. La imagen pertenece al exquisito libro Kunstformen der Natur (1900) de Ernst Haeckel, zoólogo alemán y uno de los artistas de historia natural más alabados del siglo XIX.]
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